Este mes de agosto me he pasado varias horas asomado a La 13, la televisión oficial de la Jornada Mundial de la Juventud. Seguí al Papa y a los miles de jóvenes que vinieron a verle con gran simpatía, a veces con emoción. Y cerré la tele y agosto convencido de que necesitamos más gente así. No necesariamente más papistas, pero sí más crédulos y menos cínicos, más gente con menos miedo y más generosidad a la hora de expresar lo que le mueve. Más tontos, dirán muchos, y no me opongo.
Vivimos una época de listos y nos hacen falta tontos. Gente que no lo haya visto todo y pregunte, quizá con cierto rubor, cómo se cóme esto o dónde está esa ciudad extranjera que han dicho en la tele. Que no sepa hacer algunas cosas y que responda a invitaciones y regalos con más emoción que la normalidad de lo garantizado. Necesitamos gente a quien impresionen los viajes, porque salen muy caros y es mejor quedarse en casa cuando ya nada nos impacta. Nos hacen falta tontos que se admiren ante el vuelo de un avión, que se exclamen frente a la abundancia de una mesa, los esfuerzos de un trabajo, la complejidad de una obra o el lustre de una limpieza.
La suficiencia complaciente que está de moda todo lo rebaja, iguala y emponzoña. Cuando tantos vuelven de todo nos hace falta gente que aún vaya para seguir avanzando.
La tabla de precios no existe. Por favor, revisa tu shortcode.
Si señor, Vivan los tontos.
Viva la ignorancia.
Y sobre todo viva la inocencia.
Buena reflexión!