Lleva un mes y una semana al frente del periódico más vendido de nuestro país. Su aterrizaje desde Estados Unidos, su último destino, ha sido de todo menos tranquilo. Poco antes de su nombramiento se filtró un mail enviado, teóricamente por error, a la redacción en el que hablaba de la anterior cúpula y no precisamente en tono cariñoso. Además le ha tocado dar sus primeros pasos con un rey abdicando, con el líder de la oposición anunciando que se marcha y el bipartidismo corneado tras las elecciones europeas. A todo eso hay que sumar la situación financiera de su propio medio que ha prescindido de casi doscientos periodistas tras un ERE. Antonio Caño, de cincuenta y siete años y treinta y dos trabajando en el mismo medio, entra puntual en la sala de juntas del edificio de El País donde está previsto que hagamos la entrevista. Pero Lupe, la fotógrafa, pide cambiar de sitio por cuestiones de luz y encuadre; él acepta sin problemas. Es cordial y directo en el trato. Trae en la mano el teléfono móvil que apenas mira un par de veces en las dos horas largas de conversación. Ha accedido a responder todas las cuestiones sabiendo que algunas son terreno pantanoso y le pueden dar algún dolor de cabeza extra.
Es la primera vez que un director de El País tiene despacho en la redacción. Es raro, ¿no?
Efectivamente, antes no había. Yo creo que el director tiene que estar donde está la redacción. En las redacciones que yo había visitado en otros periódicos del mundo siempre veía el despacho del director en la misma planta. Se trata de estar más cerca del trajín diario.
Eres el quinto director de El País. ¿En qué eres diferente de los demás?
(Hace una pausa durante varios segundos. Piensa bien la respuesta) Soy un periodista que llega a la dirección después de haber pasado por casi todos los puestos. Llego después de una larga carrera y después de haber hecho una transformación personal. Procedo del periodismo tradicional y en los últimos años me ha tocado crear una edición digital, con lo cual he experimentado todos los tipos de periodismo que se hacen en este momento. Soy eso esencialmente, un periodista. No tengo otra formación, otra experiencia ni otras ambiciones.
¿A qué periódico te gustaría que se pareciera El País?
Los mejores periódicos del mundo son anglosajones. Financial Times o New York Times son los mejores.
¿En España no estamos a la altura?
No. El periodismo español está muy lejos. Es muy distinto. La mejor referencia para nuestro país es El País. Es el mejor periódico que se ha hecho en España.
Hablas en pasado. ¿Con qué época te quedas?
Con los primeros años, no hay duda. Era extraordinario. Tenía una combinación que los periódicos pocas veces consiguen: buena información y una conexión mágica con la sociedad a la que se dirigía. Era un periodismo moderno conectado con la gente. Después no fue igual.
¿Qué habéis hecho mal para que se pierda esa conexión?
Se ha debilitado, pero no se ha perdido. Ha cambiado la sociedad y nos necesitan menos. Cuando El País surgió era tan necesario como el pan de cada día. Se necesitaba ese producto.
Insisto, ¿qué habéis hecho mal para que ya no os necesiten?
Ahora vivimos en una sociedad más desarrollada, más madura. Necesita menos guías, en general, menos tutelaje. Es más autónoma y más moderna. Y también con el paso de los años, nosotros hemos crecido y nos hemos hecho un periódico más institucional. Lo cual es inevitable.
¿No crees que eso es malo?
No necesariamente. Cuando menciono alguno de los principales periódicos del mundo son muy institucionales. Le Monde es un símbolo de Francia. Los periódicos importantes acaban convirtiéndose en instituciones de su sociedad. El New York Times es un símbolo de Nueva York y mucha gente que va a la ciudad hasta va a la tienda del periódico y se compra una camiseta y una gorra que pone NYT.
Has dicho que El País representó algo parecido y se ha perdido. ¿Habéis dejado de representar a la gente?
Yo creo que sí representamos a la sociedad. En España estamos metidos en un debate y una confusión que no nos permite ver las cosas como son. Tengo la fortuna de estar recién llegado tras vivir muchos años fuera. Desde fuera se ve El País como un símbolo de España, de una España moderna que se democratizó. Es marca España.
¿Crees que dentro de España os ven igual?
En España no valoramos lo que tenemos. Ni El País ni muchas otras cosas. Este periódico es mejor de lo que algunos de nuestros críticos creen. No es tan bueno como me gustaría que fuera, pero es mejor de lo que gran parte de nuestros críticos creen. Tenemos esa costumbre de menospreciar cosas que hacemos bien. El País debería ser un orgullo.
En tu blog señalas sobre el periodismo: «tampoco vendría mal preguntarnos si no estamos observando con demasiada frecuencia la realidad desde el mismo lado del cristal opaco desde el que la miran los poderosos». ¿Crees que El País hace periodismo contra el poder?
Los periodistas hemos hecho demasiada poca autocrítica. Hemos vivido una crisis económica y además en los medios una crisis de modelo que ha dejado a nuestras empresas famélicas. Y hemos salido a la sociedad a quejarnos de lo mal que estamos y casi a pedir ayuda. Hemos discutido poco en el oficio sobre la culpa que tenemos de que nos vaya tan mal. Tenemos parte de culpa, y también la revolución tecnológica. Ahora les está pasando a los taxis lo que lleva años pasando en nuestro sector. A todos les va a pasar.
¿Cuál es la autocrítica? ¿Hemos estado pegados al poder y no a los ciudadanos? Así lo perciben todas las encuestas.
Estoy de acuerdo en que los periódicos hemos prestado poca atención a los ciudadanos. Incluido El País. A los temas que preocupan a los lectores. Los hemos descuidado. Pero no somos una ONG. Las necesidades de las ciudadanos son una cosa y los intereses de los lectores son otra. Nuestra responsabilidad no es atender sus necesidades sino tener información y datos sobre los asuntos que son relevantes para los lectores. Y es verdad que hemos estado más pendientes de los poderosos de todos los ámbitos. Los periódicos de calidad están más pendientes de lo que dice la gente y hay gente muy interesante en España que no sale en la prensa. Hay muy buenos médicos, investigadores, científicos, etc.
¿Quieres darles ahora más visibilidad?
Eso pretendo. Me gustaría que nuestro periódico enseñara una sociedad que es más laboriosa, optimista, más emprendedora y a la que creo que no prestamos demasiada atención. Los periódicos cubrimos una parte muy pequeña del país que justamente es la más desmoralizada, la más asustada.
¿Dais visibilidad suficiente a la gente que peor lo está pasando?
Yo creo que sí. A la gente que está sufriendo el paro.
Un periodista que viene de trabajar en Estados Unidos, ¿cómo vive el momento «plasma» del presidente de Gobierno o las ruedas de prensa sin preguntas?
En este país tenemos la enorme capacidad de distorsionar los argumentos y enredarnos en debates absurdos. Para mí el debate de las ruedas de prensa sin preguntas es absurdo.
¿De verdad?
Sí. Es todo un gran malentendido.
¿Tú crees? No es que haya declaraciones institucionales como cuando Obama anuncia que han matado a Bin Laden, el problema es que se han extendido y ya casi no nos dejan preguntar. ¿No?
Vengo de un país en el que con mucha frecuencia convocan a la prensa para hacer una declaración y después se van. Y a veces los periodistas le gritan a Obama y él se va y no contesta.
Rajoy da una rueda de prensa larga al año y cuando está obligado por la visita de un líder internacional admite dos preguntas. ¿Te parece suficiente?
Una conferencia al año es muy poco. Tres o cuatro con muchas preguntas son necesarias. En Estados Unidos cuando Obama sale con otro líder son dos preguntas por país y las decide la Casa Blanca. Los periodistas tenemos que tener un poco más de humildad en todo este asunto. La gente tiene derecho a hablar y a callar. Y eso incluye a los políticos. Ellos pagarán la responsabilidad de su silencio. Pero tienen derecho a callar.
¿Siendo cargos públicos que tienen que rendir cuentas?
Tienen derecho. Y luego serán los electores quienes les juzguen por ello. Rajoy sabrá cuánto tiene que comunicar. Pero tiene el derecho a callar. Desde mi punto de vista se equivoca si calla, pero tiene derecho.
Entonces, ¿al director de El País le parece bien que sea la vicepresidenta del Gobierno quien decida cada viernes en la rueda de prensa del consejo de ministros qué medios preguntan? ¿No le incomoda que se elija a los medios desde el Gobierno en una comparencia que debería ser más abierta?
En España hay carencia de información por parte del Gobierno. El Gobierno facilita poca información. El problema no es de formato. Si la vicepresidenta responde de media seis o siete preguntas a la semana es muy poca información. Y sin embargo, en España se abusa de la información confidencial, del «te cuento pero no digas quién te lo ha dicho». Hay un exceso de eso y me disgusta profundamente.
En general en España se dan pocas explicaciones a los ciudadanos desde la clase política, desde los poderes financieros o la monarquía, que no concede entrevistas. Esto fuera no ocurre. ¿No crees que padecemos una falta de rendición de cuentas?
Instrumentos hay. Es una democracia como cualquier otra en ese sentido. Pero hay poca transparencia informativa. Insisto en que los periodistas disponen de poca información pública y eso incluye a todos: el Gobierno, la oposición, empresas…y hay un exceso de información confidencial. Hemos llegado a un punto absurdo en el que los periodistas cuentan en sus medios menos de la mitad de la información que poseen.
¿Por qué crees que ocurre esto?
Porque gran parte de las veces no tienen autorización para publicarla. Lo peor es que el público dispone de poca información hasta en lo personal. En Estados Unidos saben hasta cuántas veces hace deporte el presidente, si es agresivo jugando al basket, si juega de alero o de pívot, cuál es su handicap en golf. Sabes cuántas horas y minutos lleva jugados al golf Obama.
¿No te da cierta envidia, al margen de la información más superficial?
Por supuesto. Este país lo primero que necesita es información porque tenemos también un exceso de opinión desmedido. Hay hambre de información en la sociedad para modernizarse, para volver a conectar. Necesitamos hechos y datos y menos opinión. Quiero que en El País haya más información y menos opinión. Cuando hablaba de que falta autocrítica me refiero a eso. Los periodistas hemos devaluado los hechos. Hemos entrado en una deriva literaria contando las cosas de forma bonita más o menos acorde con los hechos, pero interesando más que el hecho. Otros dando más importancia a la opinión y a la interpretación que yo hago de los hechos, que pasan a un segundo plano. Los periodistas llevamos años en España despreciando los hechos. Es penoso que desde las ocho de la mañana en la radio estés escuchando opinión. ¡Desde las ocho de la mañana!
También hay información.
Sobre todo opinión, y es imposible que a las ocho de la mañana alguien tenga opinión de nada. ¡No te ha dado tiempo a elaborar una opinión! El periodismo de opinión tendría que estar más limitado en el espacio y en el tiempo. Es desmedido. Y, como se prima frente a los hechos, crea un país histérico. ¿Cómo no va a estar el país histérico si no escuchan más que a gente opinar precipitadamente de hechos que no han tenido tiempo de conocer?
¿El País también ha contribuido a esa dinámica?
También. La deriva general también ha afectado a El País.
Quiero saber también cuál es tu análisis sobre la importancia de los medios públicos en España. ¿Cómo deberían ser?
La televisión pública debería ser estrictamente de servicio. No entiendo una televisión pública con basura.
¿Se está dando ese servicio?
No. Creo que el mejor periodo de la televisión pública fueron los últimos años. Cuando se hizo información de manera sobria, profunda, seria y objetiva. Las privadas casi renunciaron y la televisión pública quedó como la reserva de ese tiempo de información, por ejemplo, con una gran red de corresponsales. Esa debería ser la línea.
¿Qué opinas del cambio de modelo?
Creo que con la televisión habría que tener una política de Estado y no de partido. Es un bien publico. No creo que a nadie se le ocurra llevarse un cuadro del Prado a su casa porque todos entendemos que ese museo es un bien público que nadie puede usar en su propio beneficio. Pues con la televisión pública debería pasar lo mismo. Es el Prado de los medios de comunicación. Me asombra que me preguntes por algo así porque me parece muy obvio. No sé cómo un político a estas alturas cree que puede utilizar la televisión pública a su servicio. Es incalificable.
Te voy a dar algunos nombres de compañeros de profesión para que me des tu opinión: Pedro J. Ramírez.
No lo conozco.
¿Qué te parece su salida de la dirección de El Mundo?
No puedo decir mucho de él como persona porque no lo conozco. El periodismo que ha hecho El Mundo no me gusta nada. Me refiero a ese periodismo escandaloso, de verdades a medias, de pseudoinvestigación, en el que vale todo. Ese periodismo no me interesa.
¿Incluyes también el periodismo de investigación que, en ocasiones, coincide con El País? Por ejemplo en el caso Bárcenas.
No hablo de un caso en particular. Es una manera de abordar las historias y la actualidad. Contribuye a esta gran confusión general. La gran contribución que un periódico puede hacer a la sociedad, por encima de todo, es la credibilidad y el rigor. Que cuando leas algo en un periódico sea así. Si esa es la gran contribución, te diría que El Mundo no la hace. Es mi punto de vista.
Insisto sobre el cese de Pedro J. Ramírez. ¿Lo atribuyes a Moncloa, Zarzuela, la caída de las ventas…?
Desde fuera lo que puedo decir es que yo no creo que Zarzuela pueda despedir en este país a ningún director si la empresa no quiere. Lo creo honradamente.
¿Y Zarzuela y Moncloa juntas?
Tampoco. No creo que viva en un país en el que el gobierno pueda despedir a un director.
Seguimos: Francisco Marhuenda, director de La Razón.
Lo conozco por los debates en La Sexta, donde no me interesa lo que dice. Considero que es un periodismo ultraideológico. El problema es que los periodistas estamos para unas cosas en la sociedad y no para otras. Estamos para aportar hechos, para dar información, para contribuir a que una sociedad esté bien y objetivamente informada. Para eso estamos. Pero nos hemos creído que estamos aquí para no sé qué coño. Ni somos actores ni estrellas. Tenemos que enterarnos de lo que pasa y contárselo a la gente de la manera más sencilla, sobria y objetiva posible. Eso hace una sociedad más saludable, y Marhuenda no hace precisamente eso.
Otro nombre: Jordi Évole. Juan Luis Cebrián escribió en El País sobre el documental del 23F: «La misma televisión que organizaba acalorados debates sobre idéntico tema había programado semanas antes un falso reportaje, una auténtica invención dolosa, que venía a defender tesis más o menos parecidas: el golpe habría sido algo simulado para tratar de reconducir a partir de él la caótica situación del país. En mi opinión la permisividad, que diría Carrillo, ante tantas vulneraciones de los más elementales principios profesionales y deontológicos del periodismo puede derivar, de hecho lo ha conseguido en parte, en que algunos sectores duden del papel del rey en el golpe de Estado».
¿Lo compartes?
A mi me parece que Jordi Évole está muy bien. Lo veo cuando puedo. Hace un buen servicio. Lo único que me sorprende del fenómeno, que por otra parte hace una contribución positiva, es que sea el periodismo de referencia. Porque es un producto bueno, original y heterodoxo.
Quizá por eso funciona.
Pero ¿dónde está el periodismo ortodoxo en este país?
Igual no tiene que existir la ortodoxia.
¡No, no! Tiene que existir. Porque el periodismo tiene que ser sobrio, no tiene que llamar la atención. Es como un buen árbitro, se considera que arbitra bien cuando no se nota que está. Créeme. El periodismo tiene que ser humilde.
Por supuesto, pero en televisión el periodismo tiene una visibilidad diferente: el director de Salvados, Jordi Évole, tiene más visibilidad lógicamente que el director de El País, ¿no?
La visibilidad que hay que tener en televisión es la credibilidad. Obviamente en televisión todo tiene un ingrediente de espectáculo. También las noticias. Y por eso la persona que sale debería contribuir a la credibilidad. Walter Cronkite es la persona más famosa de información en televisión porque cuando decía una cosa te la creías. Esa es la imagen que él transmitía. Eso debe ser y no esa especie de carrera de celebridades en la que están algunos.
¿Quiénes están en esa carrera?
No quiero dar nombres.
Igual hasta estás pensando en mí. Hay gente que piensa que cuando interrumpimos lo hacemos por protagonismo y no por no aceptar mítines.
No. Me refiero a periodistas que están en mil tertulias, actos sociales, etc. Así no se puede cumplir el papel que tenemos encomendado.
Hablemos del gran problema de la prensa al margen de los contenidos. El futuro del papel. ¿Está muerto? ¿La prensa escrita está firmando sus últimas horas?
Muerto no está todavía porque yo hago cada día prensa escrita, pero está atravesando por un momento muy difícil. El presente es muy complicado.
Cebrián llegó a decir que la prensa en papel es un producto del siglo XIX. ¿Lo compartes? ¿Sobrevivirá en el siglo XXI?
El tiempo del papel se cuenta en años, en muy pocos años.
¿Sobrevivirá una década?
No creo que más de una década.
¿Cómo se puede convencer a un lector de que pague mañana el periódico en el quiosco si esta noche a las diez le vais a adelantar gratuitamente muchas de las informaciones o incluso las mismas en la web?
Estamos intentando que no sea la misma información. Queremos diferenciar el papel de los productos digitales y vamos a profundizar más en eso. Hemos hecho incluso cambios físicos en la redacción. (La edición impresa ocupaba el centro de la redacción y con la llegada de Caño ha pasado a un lateral).
¿Cuál sería el precio de ese valor añadido en la edición digital? ¿Vais a añadir algún pago en la web?
No es una cosa que tengamos decidida. Es una estrategia muy complicada de llevar a cabo. No tengo claro que la única forma de rentabilizar la web sea el pago.
¿Tiene El País lectores jóvenes?
En la web es altísimo el número de lectores jóvenes. Hay una confusión sobre la pérdida de lectores en los periódicos. El País tiene hoy más lectores que nunca por la edición digital. Tiene más influencia que nunca porque no solo estamos en España sino también en México, Colombia, Chile, etc. Es influencia real. Antes El País era conocido en América Latina. Hoy es influyente. Tú abres la web de El País en México y lees una información complicada sobre el gobierno mexicano, o sobre la violencia, o sobre el proceso de paz en Colombia o las revueltas de estudiantes en Chile. Y automáticamente se convierte en un periódico de influencia local.
¿Y en papel dais por perdidos a los jóvenes?
No es por el contenido. Es el formato. Aunque hiciéramos solo temas que interesaran a ese sector tampoco lo comprarían.
Vamos a repasar algunas portadas y editoriales que han causado polémica últimamente: «El bipartidismo recupera vigor» (7-mayo-2014).
Era una encuesta del CIS. Nosotros reflejábamos eso.
Visto lo que ha pasado, ¿fue un error darle tanta potencia a ese titular?
Es un titular estrictamente descriptivo. Había un ascenso en esa encuesta del CIS para los dos grandes partidos. Y lo que sí ha habido en estas elecciones es un patinazo en las encuestas, no solo en esa, también en la que dimos nosotros de Metroscopia. Pero ese titular no era interpretativo.
Sin embargo, poco antes también leímos en vuestro periódico un editorial aplaudiendo la designación de Elena Valenciano como cabeza de lista en las elecciones europeas. Se titulaba «Subiendo el listón» y decíais que se enviaba un mensaje positivo a la sociedad. Eso es mojarse mucho.
¿De qué fecha es? Yo no era director del periódico.
Pero tendrás opinión del tema, sobre todo porque siempre defiendes que el periodismo no debe ser de derechas o de izquierdas.
Ya, pero no voy a opinar de un editorial que yo no he firmado.
Cómo definirías ahora mismo El País: ¿de derecha, izquierda, probipartidismo, constitucionalista, monárquico?
Nuestro periódico está definido en el libro de estilo. No tengo que inventarme la definición yo.
No te pregunto cómo lo define la empresa, sino cómo lo define Antonio Caño.
Nosotros no podemos cambiar la definición solo porque cambie el director. Lo único que quiero es sacar el periodismo del debate izquierda-derecha. El periódico no se puede medir por esos parámetros porque son muy pobres para un medio.
Pero si os consideráis progresistas supongo que no se os puede enclavar en la derecha. ¿O sí?
Eso son parámetros muy estrechos. Si yo te pregunto si tu programa es de derechas o de izquierdas no está bien porque honradamente no es ni de un lado ni de otro. A nosotros nos tienen que medir por la función que cumplimos. Es decir, debemos medirlo por si somos rigurosos, creíbles y objetivos, o mejor dicho, ecuánimes. Yo no rechazo el parámetro izquierda-derecha pero digo que es secundario y que hay demasiada ideología. Los periódicos se definen primero y sustancialmente por otros valores, que son los que he mencionado.
Entonces ¿te incomoda que el periódico que diriges haya sido considerado como periódico de izquierdas?
Me incomoda porque El País no es un periódico de izquierdas. Ni lo es ni lo ha pretendido. Es un periódico liberal, progresista, que conecta con las tendencias de modernizar y conseguir que la sociedad a la que se dirige progrese. Somos socialmente responsables y avanzados. Y nos gustan los cambios. Y nos gusta la justicia. Es un periódico mayoritario que se dirige al conjunto. Tenemos una visión determinada. Nos interesan unos temas más que otros pero no rechazamos a nadie. Todo eso no significa que seamos de derechas.
En concreto de ti se ha dicho que eres muy conservador. ¿Lo rechazas?
Por supuesto. Ni mucho ni poco. No lo soy. Ni tampoco lo es mi visión del mundo, porque me interesa todo lo que tenga que ver con progresar y avanzar. Como periodista nunca he sido ideológico. Y no me gusta añadir adjetivos. Ni social, ni comprometido, ni de paz, ni de guerra. El periodismo es periodismo, contar las cosas sin trampas, de la manera más ecuánime. Que puedas dormir tranquilo por las noches.
¿Duermes tranquilo por las noches?
No te lo puedes imaginar.
Otro editorial: «Un éxito de Rajoy» (15-enero-2014). Se titulaba así y trataba de la visita del presidente a la Casa Blanca.
No tuve nada que ver tampoco. Los editoriales son responsabilidad del director. No voy a juzgar el trabajo de Javier (Moreno).
Por cierto, al hilo del debate de izquierda y derecha, quiero saber si estas a favor de la gran coalición que propuso Felipe González. Una idea con la que se armó un gran revuelo en campaña.
Un revuelo que no puedo entender. Me alegré del revuelo por ti, porque la declaración la hizo en tu programa. Pero quién con sentido común puede estar en contra de que, en determinadas circunstancias y llegado el caso, se haga.
La mitad de su partido, el PSOE.
Pero dependerá de las circunstancias.
Las actuales.
Pero Felipe González no dijo actualmente.
No dijo hoy, pero se refirió a la crisis y a Cataluña.
No creo que pueda haber alguien que se oponga. Y quienes se opusieron estaban en campaña electoral. A mí no me suena mal que cualquier clase política en cualquier país civilizado debe tener la opción de que, en determinadas circunstancias, pueda gobernar en coalición. ¿Quién puede oponerse a eso?
¿Podemos es un partido antisistema?
Yo creo que sí. Son antisistema democrático. Sus dirigentes creen en otro sistema que probablemente no es democrático.
¿Crees que están en contra de la democracia?
No quiero entrar a juzgar, pero están en contra del sistema con el que nos gobernamos. Y este sistema es democrático. Claro que requiere reformas. Yo personalmente creo que hay que reformar la Constitución. Pero el sistema es válido, es el que necesitamos. Un sistema de partidos políticos contra los que yo no tengo nada.
Ellos también son un partido político que ha conseguido entrar en las instituciones y en el sistema.
Pero es un partido que desprecia a los demás. Y eso me parece una mala propuesta de convivencia. Yo soy un partido y no como los de mi lado que son una panda de sinvergüenzas. Eso me parece una pésima propuesta de convivencia.
El otro día Carles Francino en la cadena Ser hacía autocrítica sobre cómo los medios no supimos ver el fenómeno de Podemos. ¿Lo compartes?
No veo que sea así. Cuando ese partido tuvo los votos le dimos la portada al señor Iglesias.
Hay quien piensa que Podemos ha ganado gracias a su presencia en televisión. ¿Lo compartes?
La visibilidad ayuda. No sé cuánto depende eso de su éxito, pero ha sido un factor importante.
Otra portada. «El rey abdica» (7-junio-2014). Y vemos que no hay una sola línea crítica en ella. Ninguna referencia a los escándalos y el desgaste que ha provocado que el rey deje el trono.
¿Pero cómo vas a titular el día que abdica el rey?
No me refiero al titular principal, sino al resto de la portada. El rey no se va porque quiere simplemente o solo por la edad. Eso no aparece.
Pero eso de nuevo es buscar primero las interpretaciones.
Hablo de vuestras interpretaciones. El editorial se titulaba «Un rey necesario» y los artículos de opinión de la portada del director y del presidente del grupo son también positivos. No digo cómo deben ser, ojo, solo que lo son.
Nosotros sostenemos en la portada que la Corona ha sido útil. Yo mismo firmé «decisión inaplazable» porque está bien que se haya producido. Claro que hay desgaste, que está mencionado dentro en el editorial donde hablamos de claroscuros. Nosotros tenemos que poner las cosas en contexto. El reinado ha coincidido con el mejor periodo de la historia de España, el más estable y el de más progreso, desarrollo y justicia social. Es importante saberlo y es nuestra obligación decirlo. Ese día lo más importante era eso. Miremos las cosas en perspectiva como hacen los países serios.
¿Crees que se ha instalado el debate monarquía-república en la calle o en caliente por la abdicación?
Absolutamente. Responde a un impulso emocional de un instante. La última encuesta del CIS decía que era la preocupación del 0’2 por ciento de la población.
Pero no había abdicado el rey.
No estaba instalado. Lo instala la actualidad pero desaparecerá con la misma rapidez. No creo que el príncipe lo vaya a tener que afrontar porque no es una preocupación de la gente.
¿Hay que preguntar a la sociedad sobre el sistema que queremos?
Hay que reformar la Constitución y efectivamente actualizar la monarquía y discutirlo. Ahí cabe la posibilidad de actualizar nuestra forma de gobierno. Si reformamos la Constitución habría que votar y los españoles podrían opinar. El problema del referéndum sobre la república es que no es un debate real sino artificial, al que nos ha llevado la actualidad y se han sumado algunos grupos de izquierda de manera oportunista. Como resultado de su propia incapacidad de poner otros temas en la agenda porque este es más fácil. Pero creo que no ha prendido en la calle ni va a prender. Lo que no se hace en ningún lado es votar continuamente sobre la forma de gobierno.
Entre votar todos los días y votar una vez cada treinta y ocho años quizá hay un punto medio.
¿Qué país vota sobre monarquía y república?
Los países como el Reino Unido no votan entre otras cosas porque la monarquía tiene un apoyo del ochenta por ciento. Aquí no.
Yo no tengo inconveniente. No somos un periódico monárquico. En absoluto. Apoyamos la monarquía porque contribuye a dar estabilidad a la democracia.
¿Cómo se puede decir que no eres monárquico y a continuación que apoyas la monarquía? Cuesta entenderlo.
La soberanía no reside en la Corona sino en el pueblo. La Corona es un instrumento útil para dar cohesión y estabilidad a España. No me preocupa otra cosa de la monarquía. Eso y que sea ejemplar. Al nuevo rey ya le diremos lo que esperamos de él. Lo han dicho Carrillo, Solé Tura o Rubalcaba, lo han explicado ya.
Todos las referencias que me das quizá no convencerían a la gente más joven, porque hay quien piensa precisamente que es un problema generacional. Algunos se preguntan para qué va a servir a este país el nuevo rey. Por cierto, me han dicho que le conoces desde hace años, tras su paso por la universidad de Georgetown ¿Es así?
Es así.
¿Tienes buena relación?
Tengo relación institucional.
Hablemos de Cataluña. ¿Hay que preguntar a los catalanes si quieren independizarse?
Hay que preguntar. No tengo inconveniente. Pero la consulta que propone Artur Mas no es preguntar a la gente.
¿Cómo se debería hacer?
Hay que hacerlo de manera constitucional, pactada, democrática. Así es como se pregunta. No se puede preguntar cada vez que a alguien se le ocurre algo, esto sería ingobernable. Las preguntas a la gente hay que canalizarlas, pactarlas con los demás partidos, hacerlo por los medios legales. Como se han hecho las cosas en Canadá, Reino Unido, como se hace en los países que son una referencia y que tienen problemas similares. En Reino Unido se ha canalizado a través del primer ministro y con la Corona como punto de unión, a través de las leyes.
Dos portadas más: «30.000 inmigrantes subsaharianos preparan el salto a Europa por Ceuta y Melilla» (17-febrero-2014). Primera página muy polémica porque reflejaba una agresividad que no se corresponde, entre otras cosas, con los datos globales de la inmigración en este país. ¿Te gustó esa portada?
Yo no era director, pero no me gusta esa portada.
«La impunidad en Twitter desata una polémica social» (21-mayo-2014). ¿Cuál es la novedad en este tema para que le dierais la portada a la red, donde siempre han ocurrido estas cosas?
La novedad era la polémica por los tweets sobre el asesinato de Isabel Carrasco y los tweets durante el partido entre el Maccabi y el Real Madrid.
Pero no era la primera vez que leíamos tweets así de estos y otros temas. A Pilar Manjón e Irene Villa llevan años amenazándolas e insultándolas en Twitter.
En otras ocasiones no han tenido relevancia social. El Gobierno, el ministro de Interior había hablado, además de la embajada de Israel y el comité de judíos españoles. Estábamos recogiendo el hecho de que instituciones importantes habían hecho pública su queja. No es más que el reflejo de una realidad, de la polémica social. Nosotros en España nos lo tomamos muy a broma, pero el asunto de los judíos es un tema muy grave en toda Europa. Hicimos el ridículo en Europa porque eso se ve con espanto. Que en España alguien diga lo que se dijo en Twitter se observa con horror.
Te leo una respuesta que diste a los lectores de El País durante un chat con ellos: «En la circunstancias actuales, El País debe también contribuir a la transición hacia la democracia en países como Cuba o Venezuela». ¿Venezuela no es una democracia?
No.
¿Maduro es un dictador?
Venezuela no es un dictadura, pero no es una democracia.
¿Qué es entonces?
Un régimen autoritario, de control. Maduro ha sido elegido en las elecciones, pero en un país donde no hay prensa independiente, donde el gobierno controla la televisión, donde los partidos de la oposición están sometidos a todo tipo de dificultades, donde los ciudadanos viven en un clima de hostigamiento e intoxicación ideológica constante. Eso no es una dictadura porque hay una relativa libertad de expresión y relativa libertad de manifestación, pero no hay democracia.
Se dice que El País siempre es más crítico con Venezuela o Ecuador que con Colombia o México, donde hay gobiernos conservadores.
Claro que somos más críticos con Cuba o Venezuela que con México o Colombia. Es que allí hay democracias completas.
Pero son lugares donde, por ejemplo, el periodismo no se siente protegido, lugares donde los periodistas son asesinados.
Conozco México muy bien. Es cierto que hay muchos obstáculos. Son países que están por hacer en el sentido del perfeccionamiento democrático pero están en esa vía. En México hay caudillos locales, caciquismos que son el origen del asesinato de los periodistas. El Estado no llega aún a todo el territorio y es difícil garantizar plenamente el uso de la libertad de expresión. Pero es un país democrático.
¿Un periódico como El País y un país como el nuestro se puede permitir en un momento como este prescindir de grandes periodistas como Enric González, Ramón Lobo, Txetxo Yoldi y muchos otros? ¿Fue negativo?
Claro que fue malo. Nadie está satisfecho en esta casa de haber tenido que prescindir de ellos y de otros. No era la voluntad inicial. Se hizo porque no quedó más remedio. Porque la empresa entró en un periodo de dificultad económica innegable y había que reajustar la plantilla. No hay otra razón.
Muchos responden que la retribución de Cebrián es de varios millones de euros mientras la redacción es cada vez más pequeña.
Yo no sé cuánto gana Cebrián.
Su retribución es pública porque la empresa cotiza en bolsa.
No creo que su retribución sea el problema financiero de la empresa. En absoluto.
¿Ni en parte?
Ni en parte. Los salarios de cada uno de nosotros son parte. Lo que no puedes hacer es que nuestros ejecutivos no estén bien pagados. Porque los perderías.
A cambio sí has perdido muchos periodistas.
Y ejecutivos. Pero ¡claro que este periódico necesita periodistas! Y este periódico hubiera sido mejor si hubiéramos podido conservar a todos esos periodistas en la plantilla.
Tu llegada a la dirección estuvo precedida por un referéndum en la redacción. (El 42,9% de los redactores se pronunciaron a favor de su nombramiento. Obtuvo 97 votos a favor, 81 en contra, 35,8%, y 47 en blanco, 20,8%). ¿Cómo lo llevas?
Lo llevamos con respeto. Estoy contento con la redacción y la actitud a nuestra llegada. Habla con ellos. Están en la mejor disposición y están muy involucrados en el proyecto.
¿Habrá otro ERE?
No soy la mayor autoridad sobre las cuentas de la empresa, pero confío en que no. Creo que no hará falta más. Esta empresa ha encontrado una vía con la que podemos salir adelante. Pero será necesario un gran esfuerzo y acertar en la estrategia de los productos digitales y América Latina.
El famoso mail llamado «El informe Caño». ¿Se te pidió un informe sobre la anterior dirección y la redacción que después se filtró y le llegó a muchas personas? ¿Cuál es tu versión de todo aquello?
Yo no envié ningún informe ni nada.
¿Todo lo que se ha publicado es falso?
Yo no envié nada. El resto, en la medida en que yo no asumo haber enviado nada, es especulativo.
La respuesta abre nuevas especulaciones. ¿Quién lo envió? ¿Usaron tu correo?
No lo sé. Yo no envié nada.
¿Pero hiciste o no un informe que te pidieron sobre la redacción?
Yo estaba hablando con el presidente de la compañía y con la compañía sobre el futuro del periódico. He tenido varias conversaciones pero no de ahora, llevo treinta y dos años en El País. Algunas veces me han pedido opinión sobre cómo iban las cosas. No es la primera vez que se me pide opinión. Otras veces la he dado.
¿Sospechas que alguien ha intentado hacerte daño?
No lo sé.
Con la duda nos quedamos. Termina una conversación que iba a ser de hora y media y que finalmente se alarga por la generosidad del protagonista otros cincuenta minutos, incluido un paseo por la redacción. El nuevo director de El País bromea con uno de los periodistas de la sección de deportes mientras posa para Lupe. Entre una fotografía y otra vuelve a aceptar preguntas y repreguntas sobre la profesión y el futuro de su periódico. Cruza entre las mesas con las manos en los bolsillos mientras comparte con nosotras una última confidencia. Dice que lo único malo de su nueva vida es echar de menos a sus hijos, de corta edad, que viven aún en Estados Unidos. Solo el tiempo dirá si su batalla ha merecido la pena.
Fotografía: Guadalupe de la Vallina