Más que una revolución, llamemos a este US Open 2020 un ensayo. Un ensayo algo triste, desangelado, sin espectadores comiendo nachos en las gradas y con unas audiencias miserables, pero valioso, incluso necesario. Así será el mundo del tenis cuando se vayan Novak Djokovic, Rafa Nadal y Roger Federer. Así serán los Grand Slam sin el famoso «Big 3». Un camino al futuro que en realidad es un regreso al pasado: a la incertidumbre, a los muchos nombres para un solo título, a las inseguridades, los nervios, la angustia ante las expectativas.
El tenis del futuro será un tenis en el que dos jugadores sensacionales —todos lo son, unos más que otros, pero todos lo son— se dejarán todo lo que tienen dentro por pasar a la siguiente ronda. Se verán dos sets abajo y pensarán que está todo perdido pero no se rendirán. Verán el cartel de favorito pegado a su nombre y les dará un ataque de ansiedad pero sabrán sobreponerse. O no. El tenis del futuro, ya digo, tendrá sus propias narrativas y sus propias figuras carismáticas. El problema vamos a ser nosotros. ¿Sabremos acostumbrarnos después de quince años de rivalidad casi exclusiva a tres bandas?
En fin, el US Open ha sido una burbuja en todos los sentidos. Una «meseta» que no sabemos si nos llevará de vuelta al dominio de los de siempre (en breve saldremos de dudas) o si permitirá que los jóvenes se den cuenta de que su lugar natural está en las últimas rondas de los mejores torneos del mundo. En lo que salimos de dudas, vamos a analizar lo vivido estas dos semanas:
1. Es difícil encontrar un ganador tan previsible que consiga el triunfo de una manera tan milagrosa. De todos los tenistas nacidos en la década de los 90, Dominic Thiem había sido el que más cerca se había quedado de ganar un título de Grand Slam. Apenas fue rival de Rafa Nadal en Roland Garros 2018, le hizo sufrir un poco más en Roland Garros 2019 y sintió que podía ser su momento este mismo año en Australia, cuando se puso dos sets a uno contra Djokovic en la final para acabar sucumbiendo en cinco mangas. En ese sentido, si a cualquiera nos hubieran preguntado quién iba a ser el siguiente ganador novato de un grande, todos habríamos dicho Thiem, pero las formas importan…
2. Y las formas en esta última semana del US Open nos han dejado momentos maravillosos. Thiem, la roca Thiem, el hombre del revés-bala a una mano, fue durante una hora y media de la final un hombre superado por las expectativas, nervioso, errático, incómodo. Tuvo que verse dos sets a cero abajo con break en contra en el tercer set para despertar. Incluso una vez forzado el quinto set, el carrusel de emociones continuó: Zverev llegó a sacar para ganar el partido con 5-3 pero el austríaco no le dio opción ni de lograr punto de partido. Luego, con servicio para el 7-5, el que se vino abajo fue el propio Thiem. Una auténtica montaña rusa de calambres y dobles faltas.
3. Ahora bien, muchos nervios, mucha emoción y poco más. Eso hay que dejarlo claro. Tampoco vamos a hacer aquí una oda al tenis de calidad porque en la final no hubo nada de eso. El tenis «post-Big 3» va a ser un tenis de zozobras y en el fondo, durante un tiempo, eso estará bien. Los jugadores se escaparán vivos mil veces, como vivo se escapó Zverev de su semifinal contra Pablo Carreño-Busta, que también se vio dos sets arriba pero no pudo concretar la hazaña. Al finalista del US Open y semifinalista de Australia le hace falta un serio entrenamiento del saque y una mentalidad más ofensiva cuando hace falta. Parece que está siempre a la expectativa y que es incapaz aún, ya a los veintitrés años, de dictar su propio juego. El alemán se benefició de un cuadro bastante asequible y aun así pasó apuros en demasiados partidos. Su servicio sigue sin estar a la altura. No todo puede ser ace o doble falta. Eso le supone una presión tremenda en momentos en los que ya está presionado de por sí. Facilita mucho las cosas al rival.
4. El nombre sorpresa en las semifinales fue el de Pablo Carreño-Busta. Lo de Carreño es curioso: no tiene un palmarés demasiado brillante, lo más arriba que ha llegado en el ranking es el número 10, pasa buena parte de cada temporada entre algodones… pero tiene un instinto competitivo soberbio. El mismo instinto que le llevó a las semifinales de 2017 contra todo pronóstico y que le ha dejado este año a un set de la final cuando nadie daba un duro por él. Carreño es un jugador extraño, muy de ATP 500, pero que tiene la maravillosa cualidad en un mundo tan competitivo como este de no hacer tonterías. Cuando tiene que ganar, gana. Cuando el otro no está al cien por cien, él hace lo que debe. Le valió durante dos sets contra un Zverev empeñado en acumular errores absurdos. Le valió en el quinto set contra Shapovalov cuando el canadiense se creyó que la cosa ya estaba hecha. No te permite un descuido. Encomiable.
5. Nos queda un semifinalista: Daniil Medvedev. El ruso llegó a dicha ronda sin haber perdido un solo set en todo el torneo. Arrolló a todos los rivales que se pusieron a su paso y, de repente, se bloqueó ante Thiem. Tras un primer set espantoso, sirvió para ganar el segundo set y lo perdió en el tie-break. En el tercero le pasó lo mismo: se adelantó 5-2 y acabó también cediendo en el juego decisivo. Medvedev, como sus compañeros de generación, es errático. Tiene unos golpes maravillosos pero los tiene a ratos. Insisto en que hay que acostumbrarse, el tenis que viene tendrá ese sello.
6. Y, con todo, el gran protagonista del torneo no fue Thiem ni Zverev ni Carreño ni Medvedev. De nuevo, fue Novak Djokovic. ¿Qué queda por decir de su expulsión? Todos apreciamos la falta de intención, todos entendemos su frustración, todos podemos simpatizar con alguien que parecía no tener rival camino de su decimoctavo grande… pero el empeño de Djokovic por despreciar las reglas es tremendo. No se puede pegar pelotazos en la pista. No se puede. Y si le das a alguien, más aún a un juez de línea, te van a echar. No es algo nuevo, desde luego. Lo hacen muchos jugadores. Y lo ha hecho Djokovic durante años. Cuando la gente dice «lo que están castigando es su puntería», me parto de risa. De hecho, la puntería es lo que le ha salvado durante años.
7. Ante la ausencia por lesión de Federer, las pocas ganas de Nadal de andar viajando a otro continente y el auto-sabotaje de Djokovic, la lucha por ser el que más grandes ha ganado en la historia —debate que debería separarse del manido «GOAT»— queda como estaba. Es una gran noticia para el suizo y el español. Llega ahora Roland Garros y no sabremos qué encontrarnos. En mayo, con calor, y rodado, Nadal es imbatible. En septiembre-octubre, con días de nubes y viento, las gradas medio desiertas y solo un torneo (Roma) en siete meses, las cosas cambian.
8. Me ha gustado mucho el paso adelante que ha dado la next gen, cada cual dentro de su estatus. Tres años después de entrar en el radar y aún con veintiuno, Denis Shapovalov se quedó a un set de entrar en semifinales. Andrei Rubliov jugó un excelente torneo hasta que se chocó contra la muralla de un excelente Medvedev en cuartos, Borna Coric pareció por una vez acercarse al excelente proyecto de estrella que era hace un par de años y se quedó a un paso de las semifinales, igual que el vasco-australiano Álex de Miñaur. Incluso Felix Auger-Aliassime, a sus veinte recién cumplidos, se metió en octavos, que probablemente sea su límite hoy en día. Quizá se esperaba algo más de Taylor Fritz pero caben los que caben, tampoco hay que venirse tan arriba.
9. Podría incluir en esta última categoría a Stefanos Tsitsipas, pero cayó con otro next gen como Borna Coric, así que no se puede tener todo. Ahora bien, cómo perdió. Un jugador que se ha postulado abiertamente como campeón de futuro y ha mostrado tanta ambición en los micrófonos, no puede dejar pasar oportunidades así. El griego se puso dos sets a uno y ¡5-1! arriba en el cuarto. Son ventajas que no se pueden dejar escapar y menos en una tercera ronda de un Grand Slam en el que partes como uno de los candidatos. Tsitsipas dejó escapar seis puntos de partido en ese set, perdió tres veces seguidas su servicio y volvió a desperdiciar cinco bolas de break antes de perder el partido en el tie-break de la quinta manga. Hasta las zozobras tienen un límite.
10. El éxito de la generación de los nacidos en los noventa supone a su vez el declive de los que nacieron en los ochenta y habían venido eliminando sistemáticamente, grande tras grande, a las jóvenes promesas. Entre los dieciséis jugadores de octavos de final no había ninguno nacido antes de 1990 y solo el canadiense Vasek Pospisil había cumplido los treinta años. Bautista y Goffin, entre otros, perdieron la oportunidad que llevaban años pidiendo sin hacer demasiado ruido. También la perdió Monfils que prefirió no viajar. No tiene pinta de que vuelvan a repetirse condiciones tan positivas para ellos.
11. Aparte del escándalo de Djokovic sobre la pista, la gran polémica fuera de la misma tuvo que ver con las condiciones de la famosa «burbuja» contra el coronavirus. Flushing Meadows no fue Disneyworld y el US Open no fue la NBA. Ni mucho menos. El francés Benoit Paire dio positivo y fue apartado inmediatamente del cuadro, como lo fue su compatriota Kristina Mladenovic, probablemente la mejor jugadora de dobles del circuito. Al parecer habían estado jugando a las cartas y reuniéndose sin la seguridad suficiente. No parecía muy contento el francés cuando se enteró de la noticia: «no sé si decir la verdad sobre esta falsa burbuja», afirmó, insinuando que aquello era un cachondeo, algo habitual cuando juntas a un montón de veinteañeros en un mismo sitio y no los controlas lo suficiente. Por un momento, la sombra del Adria Tour y su reguero de positivos se cernió sobre Nueva York, pero al final todo fue bien: ni un solo positivo más. Qué suerte.
12. Buena quincena para el tenis español. Tal vez se podía esperar un poco más de Roberto Bautista, pero las semifinales de Pablo Carreño lo compensan todo. No solo eso: Alejandro Davidovich llegó a octavos de final, donde opuso más bien poca resistencia ante Zverev. Este torneo debería suponer un paso adelante en la confianza del malagueño, que a sus veintiún años tiene que establecerse cuanto antes en la élite. De entrada, sube al 70º puesto de la clasificación ATP. Acabar el año entre los cincuenta primeros ya sería un resultado fantástico. Desgraciadamente, no tenemos tan buenas noticias para Jaume Munar y Nicola Kuhn, que no acaban de despegar.
13. En cualquier caso, cuando hablamos de promesas del tenis español, es imposible no hacer referencia a Carlos Alcaraz. Es cierto que el murciano, producto de la academia de Juan Carlos Ferrero, no viajó siquiera a Nueva York por cuestión de ranking pero, a sus diecisiete años, está empezando a fraguarse un palmarés en el circuito challenger envidiable y está muy cerca de meterse entre los ciento cincuenta mejores del mundo. Campeón en Trieste y finalista en Cordenons, hablamos de una perla a la que le puede venir de maravilla este cambio de ciclo.
14. En fin, vamos ya con el cuadro femenino: Naomi Osaka está de vuelta. Cuando enlazó el US Open 2018 y el Open de Australia 2019 parecía que se iba a pasear durante años, pero la WTA es como es y detrás de cada cuadro aguarda una amenaza. Tras un período relativamente largo de inseguridades, problemas físicos y necesidad de asumir lo que le estaba pasando (es probablemente la mayor superestrella del tenis femenino o al menos la mejor pagada), Osaka se plantó en la final de Cincinnati (decimos Cincinnati pero el torneo se jugó en Nueva York) tras encabezar varias protestas contra la violencia racial y se impuso en la final de Flushing Meadows en un partido que recordó en parte al vivido en la final masculina.
15. Su rival en el partido decisivo fue la bielorrusa Victoria Azarenka, precisamente la campeona del torneo de Cincinnati. La historia de Azarenka, en medio de la penosa situación política de su país, es digna de elogio: con veinticuatro años, ya había ganado dos veces el Open de Australia, había acabado 2012 como número uno del mundo, había sido medalla de bronce individual y de oro en dobles de los Juegos Olímpicos de Londres y tampoco se veía fin a su reinado. Así hasta que se la empezó a pegar con el muro Serena Williams. Derrota tras derrota, Azarenka fue perdiendo confianza y estabilidad en el juego. Hacía siete años que Viki no pisaba unas semifinales de Grand Slam, período negro en su vida en el que se ha dedicado más a luchar por su familia que otra cosa. Es hermoso verla otra vez luchando por todo a los treinta y uno.
16. De hecho, igual que Zverev, Azarenka estuvo muy cerca de ganar el torneo. Se paseó en el primer set y estuvo break arriba en el segundo. Igual que nadie había remontado dos sets para ganar un grand slam masculino fuera de Roland Garros, hacía veintiséis años desde la última vez que alguien remontaba un 6-1 en el primer set para ganar el campeonato femenino. El anterior caso se dio en 1994, cuando Arantxa Sánchez-Vicario derrotó a Steffi Graf y le quitó de paso la condición de número uno del mundo.
17. La historia del torneo femenino venía marcada desde el principio por la ausencia de seis de las diez mejores jugadoras de la clasificación WTA. Es difícil recuperarse de un golpe así, la verdad. Todas las miradas estadounidenses se pusieron en la gran campeona, Serena Williams, con sus treita y nueve años a cuestas, y en la jovencita Coco Gauff, la gran esperanza de futuro. Gauff apenas duró un partido, Serena llegó con ciertas dificultades hasta semifinales y ahí no pudo con Azarenka. Se sigue resistiendo el 24º grande y no sé sinceramente cuántas opciones le quedan de igualar a Margaret Court-Smith. Serena sigue teniendo la potencia y la experiencia pero le empieza a fallar, como es lógico, la gasolina. Son muchos años, muchas rivales y demasiados partidos seguidos. Aun así, sigue estando ahí, con lo que en cualquier momento…
18. La noticia del linfoma de Carla Suárez eclipsó por completo el panorama femenino español. Desde aquí todo el apoyo a la canaria, una clásica de estos resúmenes trimestrales. Como siempre, el peso de la expectativa recayó en Garbiñe Muguruza pero Muguruza estaba a otra cosa: cayó en segunda ronda ante Pironkova sin oponer demasiada resistencia. Garbiñe es así y ya lo hemos dicho muchas veces: finalista en Australia, aquellos felices tiempos prepandémicos, quizá se podía esperar algo más de ella, pero no conviene esperar nada de Muguruza, solo disfrutar de lo que te dé.
19. No le fue mucho mejor a la campeona más reciente de un Grand Slam: la estadounidense Sofia Kenin cayó en octavos de final ante una solidísima Elise Mertens. Al final, los americanos tuvieron que poner todo su entusiasmo en Jennifer Brady, una leyenda del tenis universitario que llevaba tres años sin pasar la segunda ronda de ningún torneo de Grand Slam. Brady, de veinticinco años, venía de ganar su primer trofeo como profesional en Lexington y su actuación la coloca entre las veinticinco mejores del mundo por primera vez en su carrera.
20. Detalles algo accesorios: qué raro el silencio entre punto y punto en Nueva York. Qué raro ver partidos de noche que no se eternizan entre el jolgorio de la grada. Si hay un torneo en el que el público se hace notar, ese es el US Open. Veías el estadio vacío y recordabas por un momento el mogollón por el que estamos pasando. Qué raro también ver un torneo de Grand Slam sin Fernando Verdasco. El madrileño se ausentó de Nueva York, poniendo fin a una racha de sesenta y siete apariciones consecutivas al más alto nivel. Sí estuvo el poseedor del récord, Feliciano López, que se quedó en primera ronda.
21. Vamos poniendo punto final con el palmarés, como siempre: Pavic y Soares ganaron los dobles mascuinos; Siegemund y Zvonareva (treinta y seis años, la rusa, finalista en 2010 de Wimbledon y el US Open en el cuadro individual) ganaron los femeninos y por cuestiones de seguridad esta vez no hubo ni dobles mixtos ni torneos de juniors, lo cual es una pena, pero hay que adaptarse a las circunstancias.
En resumen, nos vamos de Nueva York con la sensación de que el cambio de ciclo está cada vez más cerca pero la conciencia a la vez de que igual dentro de cuatro semanas tenemos otra final Nadal-Djokovic en Roland Garros. Muchas preguntas flotan en el aire: ¿Conseguirá Thiem la energía mental suficiente para buscar el doblete? ¿Saldrá por fin un nuevo especialista de tierra que pueda competir con los grandes? ¿Qué harán los Medvedev, Zverev y compañía en una superficie que no es la suya en principio? ¿Se resarcirá Tsitsipas de la debacle ante Coric? ¿Conseguirá Alcaraz una plaza en el cuadro principal? Ya queda menos para poder contestarlas.