Hay un mundo paralelo en el que, después de haber ganado a Rafa Nadal en semifinales, Federer remonta un dos sets a uno en la final contra Djokovic, se sobrepone a un 4-2 en contra en la manga definitiva y gana uno de los match points que tiene con 8-7 y su propio servicio. Yo quiero quedarme a vivir en ese mundo paralelo: el mundo de los nueve Wimbledons a los treinta y ocho años en la final más larga de la historia del torneo y el de la sumisión, por fin, de sus dos grandes némesis.
Pero el mundo es el que es y hay que reconocerle a Djokovic su triunfo porque rendirse, para Nole, nunca es una opción. Con este triunfo, Djokovic no solo llega a los dieciséis grandes sino que acumula quince en menos de nueve años. Para hacernos a una idea, en este mismo período Nadal solo ha ganado dos veces fuera de Roland Garros (US Open 2013 y 2017) mientras que Federer ha ganado otras dos fuera de Wimbledon (Australia 2017 y 2018).
Esta es la era de Djokovic y lo lleva siendo desde 2011 con el único matiz del mágico 2013 de Nadal. Salvo desplome inesperado, como le sucedió a partir del verano de 2016, el serbio conseguirá adelantar a Federer en el número de semanas como número uno y se quedará muy cerca de su número total de torneos de Grand Slam si no le supera. Tiene el H2H ganado tanto con el suizo como con el español y además ha logrado algo que ninguno de los dos ha conseguido: ganar todos los Masters 1000 y las ATP Tour Finals (cinco veces, además).
Hagamos un repaso de lo que han sido estos catorce días de tenis en Londres.
1. Hay que empezar con el campeón. Es de justicia. Ganó «a lo Djokovic» tanto como su rival perdió «a lo Federer», es decir, resolviendo en los momentos clave. Hasta quince puntos más ganó Roger a lo largo del partido, donde dio la sensación de que pudo llevarse los cinco sets… pero, ay, en los tie-breaks la cosa cambió y en los tie-breaks es donde se deciden los partidos tan igualados. Djokovic sacó diecisiete veces y ganó catorce puntos (10/11 en los últimos dos y 5/5 en el quinto). Federer tuvo un 40-15 con su saque para levantar el torneo y no fue capaz de ganar ni uno solo de los puntos. Luego, desquiciado, se dejó llevar, como en el US Open de 2011, y acabó cediendo su saque. Mentalidad.
2. De hecho, esta es la cuarta vez que Federer y Djokovic juegan un partido a cinco sets y las cuatro veces ha ganado el serbio. En tres de ellas, Federer ha tenido dos match points a favor, como los tuvo el año pasado contra Anderson… como los ha tenido hasta en siete partidos que ha acabado perdiendo en los últimos dos años y medio. Son estadísticas impropias de un campeón… pero, volvemos a lo de siempre, si Roger fuera el mejor jugador de la historia —que lo es— y además fuera el mejor competidor, ¿cuántos grandes llevaría? ¿Treinta? No se puede pedir todo.
3. Lo que también es impropio es que un tío de casi treinta y ocho años con hijas ya casi adolescentes se deje la vida por el tenis como se la sigue dejando Federer. Que se sobreponga a la pérdida de un primer set que debería haber ganado. Que se sobreponga a la pérdida del tercer set en idénticas circunstancias… y que después de todo, salga de un 4-2 en contra en el quinto para acabar poniéndose 8-7 y saque ante el número uno del mundo y gran dominador de la década. Hay veces que siento que soy injusto con el suizo, quizá porque le admiro demasiado. Competir no es solo ganar el match point, competir también es llegar hasta ese match point. El domingo, Roger compitió como una bestia y no se rindió nunca. Para muchos, él perdió el partido; más justo sería decir que se lo arrebataron de las manos.
4. Esto nos lleva al recuento «histórico» de Grand Slams. La victoria de Federer ante Nadal garantizó que el español no se pusiera a tiro. Aun así, Nadal aún va a ganar dos o tres Roland Garros más, así que esa cuenta me da que hay que darla por cerrada. No creo que Federer se vea en una igual, pero, ojo, dependerá mucho de los cuadros que le toquen. Un cuadro como el de este año, una buena victoria… y alguien que le gane a Djokovic o a Nadal por el otro lado y ya tenemos el número veintiuno. Un poco como pasó en Wimbledon 2017 o después a Nadal en el US Open de ese mismo año.
5. En cualquier caso, la victoria de Djokovic aprieta muchísimo la cuenta. Cada uno está separado del otro por dos Grand Slams. Es una carrera importante pero yo me niego desde hace tiempo a reconocerla como la única. Para mí, aunque queda mucho tiempo por delante, el veredicto histórico no cambia. El mejor «jugador»: Federer; el mejor «competidor»: Nadal; el más «completo», Djokovic. Y por completo no entiendo al que tiene mejores golpes más distintos sino al que es capaz de producirlos en el momento clave y lo que es casi tan importante: el que es capaz de impedir que los produzca el contrario.
6. Vamos con el tercer vértice del famoso «Big 3». Rafa Nadal cumplió de sobra. No tiene treinta y ocho años, pero tienet reinta y tres, que no son pocos y lleva desde abril sin parar de jugar y normalmente de ganar. Aun así, se planta en semifinales sin demasiados apuros y juega un partido aceptable ante un enorme Federer. ¿Lo malo? Que precisamente la competición con Federer está ya claramente del otro lado: Nadal ha perdido los seis últimos partidos contra el suizo fuera de la tierra batida y el H2H entre ellos en pistas rápidas ya está en 12-8 a favor de Roger, si no me equivoco. Era el que más tenía que ganar y el que menos tenía que perder, así que puede estar satisfecho.
7. El único que puede estar satisfecho aparte de los tres grandes es Roberto Bautista. Qué enorme torneo el suyo. Se plantó en cuartos de final sin perder un solo set y confirmando lo que ya habíamos visto en Halle, cuando puso a Federer contra las cuerdas. Bautista jugó de maravilla, pero tiene ya treinta y un años, es decir, aún le quedan siete hasta llegar a lo máximo de su carrera así que habrá que esperar (es broma… o no). La presencia de Verdasco en octavos insufló un cierto aire nacionalista a la prensa local obviando que Fer, enorme jugador bajo mi punto de vista, va para los treinta y seis también.
8. El resto, calabazas. Desde hace años repito que a los nuevos jugadores no hay que pedirles que ganen a los tres grandes. Hay que pedirles que lleguen a las rondas donde puedan enfrentarse a los tres grandes. Para eso, hay que derrotar a los Bautistas, los Berankis y los Querrys de turno, pero no hay manera. Hagamos un repaso al parte de bajas: Zverev, Tsisipas y Thiem se quedaron fuera en primera ronda; Kecmanovic, lesionado en segunda —después de ganar el torneo previo, un clásico— y a partir de ahí, un lento goteo: Fritz, De Miñaur, Khachanov, Medvedev… incluso Auger Aliassime perdió un partido asequible ante Ugo Humbert, aunque al menos Humbert tiene solo veinte años y no cuarenta y uno como Karlovic.
9. Por cierto, para llegar a tercera ronda, Aliassime tuvo que ganar dos partidos. Sus primeras dos victorias en un torneo de Grand Slam. Cuando logró la primera, corrí a Twitter a escribir: «Es un día histórico, será la primera de muchas», pero nada más darle a enviar me puse a pensar en cuántas veces habría mandado ese mensaje anteriormente. A favor del canadiense está su juventud. A los dieciocho años, no es probable que vaya a coincidir muchos años más con los grandes dictadores, pero si ya empezamos a hablar de «presión», como hizo en rueda de prensa, mal vamos.
10. Toni Nadal escribió un interesante artículo en El País viniendo a decir que los jóvenes no se esfuerzan lo suficiente porque les dan todo hecho. Mitad y mitad. Lo hablábamos en Roland Garros: la fe que tiene Wawrinka con treinta y cuatro años y la rodilla destrozada no la tiene Zverev, desde luego. Por otro lado, Toni es un hombre con tendencia a los extremos competitivos: modeló a su sobrino como un campeón histórico a base de hacerle jugar de niño con su mano mala. ¿Se imaginan lo que es tener siete u ocho años, estar obligado a dedicarle no sé cuántas horas de tu día a jugar y jugar al tenis en vez de estar con tus amigos y encima tener que hacerlo con tu mano izquierda cuando eres diestro? No sé, salió bien. Nada que decir. Pero como ejemplo tampoco me entusiasma, la verdad.
11. La más dura de todas estas derrotas fue, sin duda, la de Grigor Dimitrov, aunque vaya ya camino de los treinta: dos sets a cero, 6-5 y saque en el tercero… y a la calle en la primera ronda. Me temo que le hemos perdido definitivamente, después de ese espejismo de 2017.
12. La única buena noticia y el único reflejo de la edad: a estos chicos siempre les quedarán los torneos más o menos menores. Por ejemplo, en los dos últimos años, Djokovic ha ganado «solo» siete torneos, pero cuatro han sido de Grand Slam. Es decir, mientras los grandes se dosifiquen, ahí tienen a su disposición el ATP de Estambul y cosas así. Mucho ánimo.
13. Último comentario al respecto: en octavos de final, la media de edad era de 29,6 años y solo dos jugadores estaban por debajo de los veinticinco. Uno, ya lo sabemos, era Humbert. Es justo hablar del otro: el italiano Marco Berrettini, que lleva una temporada muy interesante pero que defraudó por completo en su partido contra Federer, al que solo pudo ganarle seis juegos. Tiene veintitrés años, seguiremos atentos.
14. Otro italiano puso la nota más desagradable del torneo: Fabio Fognini, cabreado como un mono porque la organización había programado su partido en la pista 15 pese a ser un top ten, se desahogó con un «ojalá les pongan una bomba a estos ingleses» claramente salido de tono. He oído por ahí hablar de «amenaza». No, no fue una amenaza, fue una brutalidad y punto. No es la primera. Tanto pedirle a la ATP que no le haga el juego a Kyrgios y luego resulta que nos llevamos a Fognini de cenita…
15. Por cierto, Kyrgios en su línea. Un par de partidos, cobra el cheque y se va. Se montó un circo importante porque tiró a dar a Nadal en una subida del español a la red y no solo los medios españoles saltaron a una sino que el propio mallorquín se lo recriminó en rueda de prensa. A ver, una cosa es tirar sillas a la pista y otra es tirar al cuerpo lo más fuerte posible, algo que hacía Ivan Lendl continuamente. Tampoco nos pongamos excesivamente melindrosos que esto es tenis. Lo del saque por debajo ojalá cree escuela, puede ser efectivo.
16. Pasamos ya al torneo femenino: Ashleigh Barty ganó el torneo de Simona Halep y Simona Halep ganó el torneo que parecía destinado a Ashleigh Barty. Dos auténticas sorpresas consecutivas. Habrá quien piense que esta múltiple amenaza resta atractivo al circuito porque nadie se consolida como verdadera estrella… pero a mí me encanta. No puedo evitarlo. Me encanta que empiece un torneo y que no sepa si va a ganar Halep o Serena o Barty u Osaka. Pliskova, ya me voy haciendo a la idea de que no. Mejor eso que la misma final todo el rato, por espectacular que sea.
17. De hecho, la final femenina no tuvo nada de espectacular porque Serena Williams jugó como una mujer de treinta y ocho años, que es lo que es. Ya en el resumen de Roland Garros decíamos que no se podía descartar que ganara siete partidos consecutivos sobre hierba pero que era complicado. Se quedó en seis. Van ya tres finales de Grand Slam consecutivas perdidas en su intento de igualar a Margaret Court Smith a veinticuatro Grand Slams. Perdidas, además, sin ganar un solo set. Como en el caso de Federer, el número veinticuatro dependerá de que coincida un cuadro amable con un par de buenos partidos en los momentos clave. Como en el caso de Federer, también, el mérito es impresionante. Hay que recordar que esta mujer ganó el US Open… en 1999.
18. Con todo, la gran atracción mediática fue Cori «Coco» Gauff, la niña de quince años que llegó más allá del número 300 de la WTA, se impuso a Venus Williams (veinticuatro años mayor) en primera ronda y alcanzó los octavos después de un partido espectacular en el que tuvo que remontar un 3-6, 2-5 y varios puntos de partido frente a Polona Hercog. Me preocupa tanto hype a su alrededor, como si ganar tres partidos te convirtiera en la próxima Serena Williams. Luego llega la ansiedad y el pánico.
19. Hablando de ansiedad y pánico, no apunta nada bien lo de Naomi Osaka. Algo pasa pero no sabemos el qué. Cumples tu sueño de ganar el US Open ante Serena, luego refrendas tu jerarquía en Australia, eres joven, con talento, número uno del mundo… y acabas perdida, cambiando de entrenador y llorando en las ruedas de prensa después de perder en primera ronda. Nadie se merece algo así, pero Naomi menos que nadie porque es un pedazo de pan. Muguruza no está mucho mejor y por fin se ha deshecho de Sam Sumyk. Digo «por fin» no porque el trabajo de Sumyk haya sido malo sino porque si no hay confianza, no hay confianza… y es absurdo eternizarse.
20. Carla Suárez Navarro sí que cumplió, como casi siempre. Creo que llevo cinco años escribiendo este mismo párrafo. Llegó a octavos, que es su límite, y ahí perdió contra Serena Williams. Nada que objetar. Por detrás, como en el tenis español masculino, no se ve a nadie capaz ni de entrar entre las veinte primeras. ¿A qué se debe este atasco generacional? Puede que Toni Nadal tenga la respuesta.
21. Aparte de Muguruza y Osaka, centrémonos en varias decepciones: la alemana Angelique Kerber, defensora del título, cayó en segunda ronda pese a hacerse con el primer set; Madison Keys hizo lo propio en la misma ronda; Ashleigh Barty aguantó hasta cuartos, pero todos la veíamos campeona… y Karolina Pliskova, pues, en fin, como siempre, grandes esperanzas y hecatombe final. Yo sigo pensando que la checa acabará ganando un grande por pura insistencia, pero, ¿cuándo? Ni idea.
22. Último cara y cruz del cuadro femenino: Elina Svitolina llegó a semifinales después de haber perdido siete de sus anteriores nueve partidos previos a Wimbledon. Después de pasar serios problemas físicos, es una suerte poder verla ahí de nuevo. Es cierto que no compitió demasiado bien ante Halep, pero su lugar es ese y no las primeras rondas a las que nos ha acostumbrado este año. ¿La cruz? Maria Sharapova. No ya por la derrota ni la retirada ni la lesión sino por el feo gesto de hacerlo cuando tu rival va ganando 5-1 en el set decisivo y tu lesión no es grave. Aguanta cuatro puntos ahí y dale el gustazo de disfrutar de una victoria sin asteriscos.
23. Si fue una satisfacción ver a Svitolina recuperada y cerca de su máximo nivel, también lo fue ver a Andy Murray de nuevo sobre una pista de tenis y más concretamente sobre su amada hierba de Wimbledon. En su caso aún no está para jugar torneos individuales y no está claro si lo estará algún día, pero sí para jugar los dobles individuales y los mixtos, donde hizo pareja con Serena Williams y juntos llenaron la pista central. En ninguno de los dos cuadros llegó muy lejos, pero estar ahí ya era todo un triunfo. Por cierto, los campeones de estas categorías fueron los colombianos Cabal y Farah, una de las mejores parejas del circuito, y la pareja Latisha Shan–Ivan Dodig respectivamente. En el dobles femenino, las campeonas fueron Hsieh su-wei y Barbora Strycova.
24. Vamos cerrando ya el chiringuito veraniego con los resultados de las jóvenes promesas. El torneo junior masculino lo ganó el japonés Shintaro Mochizuki, con el español Carlos Gimeno —que debutaba sobre hierba— como finalista. El femenino fue a las manos de la ucraniana Daria Snigur, derrotando en la final a la estadounidense Alexa Noel.
25. Por cierto, último apunte: ni una sola jornada tuvo que suspenderse por la lluvia. De hecho, no hubo ni que cambiar a nadie de pista ni retrasar un solo partido. Hay años así, pero son pocos. En cuanto a la máxima novedad de este año, el tie-break en el quinto set con 12-12, solo se utilizó una vez: justo el último día, en la final masculina, y en el mundo paralelo al mundo paralelo ideal.
Disfruten del verano, nos vemos en septiembre en Nueva York.